Se ven más o menos como un retrete normal, se conocen como bidets japoneses y sí: usan el mismo principio de los antiguos bidets que aún se pueden encontrar en algunas casas antiguas de Chile. Esto es, que haya un chorro de agua que, si bien te llega hasta el alma, deja todo limpio. Sin embargo, los creadores de los bidets japoneses llevaron la tecnología a niveles en un comienzo inimaginables.
Al sentarte en uno de éstos, no sabes si estás en un baño o en una nave espacial. A tu lado tienes un panel de control lleno de botones, dibujos e indicadores y el asiento está tibio -una bendición para las frías noches de invierno-. Más de un extranjero ha gritado al apretar el botón de "limpiado", donde un chorro de agua firme e incómodamente bien dirigido sale de una pequeña válvula en la base del asiento (me declaro víctima de esto también: fue casi como un ataque a traición).
Probablemente de los retratos más notables que se le ha hecho a la experiencia fue el capítulo en que los Simpson van a Japón.
Las funciones de estos súper-retretes no se limitan a intentar sodomizarte acuáticamente, sino que tienen todo un armamento de opciones: regulación de la intensidad del chorro, la temperatura del asiento y del agua que sale; hay un botón que emula el sonido de tirar la cadena para cubrir chapoteos vergonzosos, hay otro que pone música ambiente y otro más para activar el sistema de secado con aire frío o caliente (así es, al igual que te secas las manos en algunos baños públicos).
Hay distintos modelos y marcas y mientras más pagues, hay más características. Hay asientos que vienen con sensor de presión para activar las funciones sólo cuando alguien se sienta y otros que detectan cuando una persona entra al baño, para levantar automáticamente la tapa del excusado. Muchos vienen con una función que desodoriza el aire para evitar la propagación de los malos olores.
Algunos se pueden programar para levantar o bajar el asiento después de que una persona lo use (para evitar conflictos maritales o familiares) y otros más modernos vienen con sensores bluetooth para poder activar el baño a través de tu smartphone o tablet.
Hay excusados que hasta hablan: desde darte la bienvenida, a contarte las noticias o el informe del tiempo. Hasta el día de hoy, Toto (la gigante japonesa que domina el mercado de estos retretes) sigue sacando nuevos y más innovadores modelos.
Para darte una idea, de los últimos modelos han salido opciones donde se mide el azúcar en la orina, la presión sanguínea, porcentaje de grasa corporal y peso; hay opciones para mujeres donde el análisis de orina, temperatura corporal y el equilibrio hormonal se usan para llevar registro del ciclo menstrual.
Se estima que más de un 70% de los hogares japoneses tiene al menos uno de estos súper retretes -también conocidos como washlets-, casi lo mismo que la penetración de computadoras en el mismo país (75% de acuerdo a un estudio realizado por la Oficina del Gabinete de Japón). Puedes escalar un cerro y en la cumbre te vas a encontrar con un baño de éstos (no en el Monte Fuji, eso sí).
No son baratos: los asientos y tapas removibles que se pueden instalar sobre un retrete normal parten de los 140 dólares americanos (unos 66 mil pesos chilenos) y van hasta los varios miles de dólares. Si bien no pude encontrar lugares en Chile donde los vendiesen, se pueden comprar en línea a través de eBay y Amazon.
Al usar agua para limpiar en vez de papel higiénico, estos retretes son una opción más saludable a la hora del aseo "de abajo". Además, el hecho de que casi no hay roce permite que se evite la irritación, beneficiando a quienes sufren de hemorroides o infecciones.
Sin entrar en demasiados detalles técnicos, hay un debate creciente respecto a los beneficios medioambientales de estos excusados. El punto clave es que eliminan casi por completo el uso de papel higiénico, lo cual supone un alivio en varios aspectos.
Primero, alivian el uso de agua, madera y energía requeridos para producir el papel higiénico (140 litros, 700 gramos y 1.3Kw/h por rollo respectivamente). De más está decir que se ahorran las emisiones de dióxido de carbono asociadas al proceso. Y, segundo, al reducir el flujo de papel en los sistemas de alcantarillado, se hace más eficiente y menos costoso el tratamiento de aguas servidas. En el caso de pozos sépticos, la frecuencia de vaciado se ve disminuida.
Según información publicada por Toto, una familia promedio utiliza un galón de agua al día (aproximadamente 3,7 litros) en vez de papel con los bidets japoneses, mientras que el consumo energético que tiene es mínimo. Esto supone una gran disminución respecto al agua, energía y materiales requeridos para fabricar un rollo de papel higiénico. El debate actual es sobre la medición de estos beneficios, que no es fácil debido a la falta de datos y a las costumbres y hábitos de distintos países. Además, fabricar toda la tecnología asociada a estos retretes también implica consumo adicional de recursos.
Por factores culturales. Hace años que, por ejemplo, se viene intentando introducir en Estados Unidos y la gran razón por la que no ha vendido es precisamente porque a la gente le cuesta cambiar hábitos.
La imagen que tenemos en el mundo occidental (Chile incluido) respecto del baño y lo que hacemos ahí es casi un tabú que debemos guardar con la más íntima secrecía, mientras que en la cultura oriental se ve desde un punto de vista más pragmático: es una función del cuerpo y mientras más eficiente y placentera se haga, mejor.
Al mismo tiempo, el agua es un bien crecientemente escaso. Según estudios de las Naciones Unidas, hay 783 millones de personas sin acceso a agua potable; un número que podría aumentar dependiendo de los efectos del calentamiento global. Algo como un bidet japonés jugaría un rol pequeño en ahorrar agua en el área industrial, pero a fin de cuentas las playas están hechas de granos de arena. Es una opción más para ayudar a un mundo con cada vez menos recursos, pero la pregunta es: ¿cuánto más vamos a esperar para comenzar a ayudarlo?