¿Pensaste alguna vez que podrías incluir dentro de tu currículum el ser mamá? ¿O tus aficiones culturales, idiomas, viajes, voluntariado o cualquier otra experiencia constructiva adquirida durante tu vida, pero con un sello de certificación?
Todas estas experiencias adquiridas por distintas razones serán, por lo menos en Europa, un importante condimento a la hora de buscar trabajo.
Los países de la Unión Europea se comprometieron a avalar oficialmente la experiencia y la formación no académica para el año 2018. Esto ante el desempleo récord de 12% entre los países miembros. Cifra que en el caso de España, por ejemplo, supera el 25%, afectando principalmente a la juventud.
¿Qué significa esto? Que los talentos no formales, o que no se adquieren por un método de aprendizaje tradicional, podrán ser validados al igual que cualquier experiencia académica.
Hace ya bastantes años que se estaba intentando aplicar este sistema, explica a El Definido el profesor de la Universidad de Bath en el Reino Unido y experto en temas educacionales de la Comunidad Europea, Manuel Souto-Otero.
"El reto es hacer todo el aprendizaje de cada persona visible. La Unión Europea cree que esto favorecerá la eficiencia del mercado de trabajo y la movilidad entre países. También se espera que pueda motivar a los individuos en los procesos de aprendizaje a lo largo de la vida", asegura el experto.
El diario El País informa que los países miembros deberán ofrecer herramientas para certificar dos tipos de habilidades. Primero, la educación no formal: cursos, talleres, y cualquier formación que implique la existencia de profesores y alumnos. Y segundo, la educación informal, que se refiere a todo lo que esté lejos de una sala de clase: aprendizaje de idiomas en el extranjero, voluntariados, cuidado de niños, entre otras cosas.
"Con la maternidad por ejemplo, se pueden adquirir competencias que te preparan para profesiones en las que no habías pensado anteriormente. Se trata de que la gente vea todas sus habilidades y pueda documentarlas de una manera tal que se reconozcan tanto en el sistema laboral como en el educativo y social", explica Souto-Otero.
Como explica el experto, las certificaciones de los talentos son positivas también para el departamento de Recursos Humanos de cada empresa, ya que competencias que de otra manera serían desconocidas salen a la luz, pudiendo ser útiles.
"La idea principal es que se puedan relacionar todo tipo de experiencias con competencias concretas. Esta relación dependerá de las necesidades y perfil de cada persona. Estas se pueden relacionar con competencias como la capacidad de entender a otros, la capacidad de trabajar en equipo, de presentar las propias ideas con claridad, etc", explica el académico.
El mejor ejemplo, según los expertos, para realizar este tipo de acreditaciones, es Francia. Ahí un trabajador puede pedir en cualquier momento que se le reconozcan las competencias profesionales. Así el trabajador debe documentar lo que sabe y quien hace de jurado también puede pedirle más antecedentes o pruebas. Si es suficiente, se le dará un título parecido al profesional. El mayor problema es que el proceso de validación puede alcanzar los 1.000 euros. El acuerdo de los 27 países miembros establece que el trámite sea más asequible y que esté disponible para todos los países miembros.
"El reto no es tanto la adopción formal de estos sistemas, como asegurar que funcionen en la práctica. Ya que esto necesita el apoyo de diferentes actores interesados, recursos y conocimientos específicos", explica Souto-Otero.
El caso francés ejemplifica uno de los potenciales problemas de la iniciativa: ¿Cuánto se cobrará por el trámite? El proceso requiere de todo un set de especialistas y pruebas, que tendrán alto costo para los Estados, que actualmente están sometidos a estrictas medidas de austeridad y que probablemente se resistirán a subsidiar este tipo de pruebas. Si el examen resulta demasiado caro, podría transformarse en una herramienta de discriminación social, que está lejos de ser el objetivo del programa, razón por la cual es clave que los estados reconozcan el valor de la certificación para su propia economía y le destinen los fondos necesarios
Otro desafío es lograr que los certificados tengan un alto grado de credibilidad, para lo cual se sugiere que el trabajo se haga en conjunto con el sector empresarial, cámaras de comercio, sindicatos y otros actores del sistema laboral.