Hay un grupo de empresas escandinavas que está haciendo las cosas de manera distinta. Quizá has escuchado hablar de ellos por su proyecto "No More Woof", el aparato móvil capaz de traducir los pensamientos de los perros a lenguaje humano. O por su alfombra voladora que puede elevarse incluso con algo liviano sobre ella, o tal vez por la mecedora que carga el ipad mientras uno de sus brazos lo sostiene para que leas. El asunto es que la Sociedad Nórdica para la Invención y el Descubrimiento, nuevamente hace noticia y esta vez, por su invento a base de balas.
Sí, balas. O más precisamente, cartuchos de escopeta. ¿Qué puede haber de bueno en ellas que consigan salir en El Definido? Su uso alternativo. Esta vez, para sembrar flores. A Per Cromwell, el cofundador de este laboratorio de empresas escandinavas, le gustaban los jardines más que jardinear, así como las armas más que matar, por lo que pensó cómo se podían mezclar ambos conceptos. Y así fue como este diseñador creó Flower Shell.
Elaborando la idea con sus propias manos, abrió los cartuchos para sacar el centenar de bolitas de plomo que llevaban dentro y reemplazarlos por un centenar de semillas de flores. "La intención es hacer que la capacidad de atravesar cosas de la munición, se convierta en capacidad de crear zanjas de arados", dice Cromwell.
Hay doce tipos de semillas para los cartuchos, que van desde la margarita hasta el clavel, pasando por el girasol, la amapola, lavanda, etc. Según la especie, la cantidad de semillas que se le pone al cartucho. Cada uno contiene entre 10 y 100 semillas. También contiene pólvora, pero en pequeñas dosis para que no exploten las semillas con el impacto del disparo. En cosa de semanas la tierra se tiñe de los frutos que dejó la munición.
Cromwell estima que para llenar un jardín de tamaño medio, se necesita disparar 20 veces. La técnica que utiliza es disparar desde la cadera, apuntando al suelo alrededor de 6 a 12 metros por delante de él. Para hacerlo hay que tener fuerza y el mismo cuidado que cuando se tiene un arma con munición real en la mano, porque no deja de ser peligroso por estar cargado de semillas. Por lo mismo, mucha gente se ha mostrado reacia a su invento, ya que de igual forma puede herir a una persona. La defensa del diseñador es que las advertencias son las mismas que se hacen cuando alguien tiene una arma, que en Estados Unidos el número no es menor (88 de cada 100 habitantes posee una).
Muchos de quienes han comprado el producto, más que por sacar el jardinero que llevan dentro, es para unirse a una cruzada pacífica frente al uso de las armas, sumándose a esta vuelta que le dio Cromwell.