"Esto te calcula la presión arterial en 45 segundos y te ahorras una visita al doctor", decía un presuntuoso e irritable Michael Douglas en la película Wall Street, mientras se fumaba su cigarrillo frente a un enorme computador. "Así que no me hagas enojar", avisaba con el manguito medidor de presión alrededor del brazo y una sonrisa socarrona.
Eran los 80s y desde esa época hartas cosas han cambiado, especialmente los esfingomanómetros (medidores de presión) digitales a los cuales gran número de nuestros ciudadanos tienen acceso el día de hoy (se pueden encontrar desde los $10.000). Sin embargo, sigue habiendo errores conceptuales acerca de la presión arterial elevada y los síntomas que normalmente se le atribuyen. A eso quiero referirme el día de hoy.
La hipertensión, como muchos sabrán, es una enfermedad crónica caracterizada por una presión arterial (aquella que la sangre ejerce sobre los vasos sanguíneos) elevada de forma persistente en el tiempo. El estándar oficial de diagnóstico es a través de un examen llamado Holter de presión arterial (medición de la presión durante 24 horas a través de un esfingomanómetro). Cuando se detecta que la presión arterial sistólica (corazón contraído) y la diastólica (corazón relajado) están elevadas por sobre 130 y/o 80 mmHg respectivamente, es que estamos frente a una hipertensión.
Según la última encuesta nacional de salud (ENS) del 2016-2017, se sospecha que un 27,6% de los chilenos mayores de 15 años son hipertensos. ¡Uno de cada cuatro! O sea, al menos uno de los integrantes de Chancho en Piedra, probablemente, es hipertenso al día de hoy. Lo sé, una pena.
Ahora, lo positivo de vivir en la era digital es que la información sobre la enfermedad abunda en internet. Sin embargo, las fake news de la salud nos invaden del mismo modo; muchos de nosotros al tomarnos la presión podemos espantarnos si detectamos niveles anormales, especialmente si se asocia a síntomas inespecíficos como mareos, dolor de cabeza (cefalea), sangrado de nariz (epistaxis), zumbido en los oídos (tinnitus o acúfenos) o sangre en el ojo (hemorragia subconjuntival). Entonces, ¿cuándo la presión arterial elevada es realmente peligrosa?
Para el Colegio Americano de la Hipertensión y la Sociedad Europea de la Hipertensión, el peligro está cuando se dan dos situaciones: la urgencia hipertensiva y la emergencia hipertensiva.
La urgencia hipertensiva, corresponde a una presión arterial sobre 180/120 mmHg sin hallazgos de daño a los llamados "órganos objetivo o diana": corazón, cerebro, riñón y retina. Puede ser sin síntomas o acompañada de molestias poco específicas que las personas normalmente atribuyen a la hipertensión. Por ejemplo, los mareos, la epistaxis, cefalea, tinnitus o hemorragia subconjuntival.
La emergencia hipertensiva es aún más grave. Corresponde al daño a los órganos diana que se asocia a una presión arterial muy elevada o a un aumento súbito de ésta. Este daño puede dar origen a cuadros que se presentan con un conjunto diverso de síntomas. Algunos son:
- Encefalopatía hipertensiva: cefalea, confusión, náuseas, somnolencia, visión borrosa, ocasionalmente, convulsiones o ceguera.
- Infarto al miocardio: dolor en el pecho irradiado a cuello, brazo izquierdo, fatiga, dificultad para respirar.
- Accidente cerebrovascular: adormecimiento de un brazo, labio caído a un lado, ceguera o visión doble, dificultad para caminar.
- Falla renal aguda: disminución de la orina, hinchazón en piernas, tobillos o pies, cansancio, dificultad para respirar, confusión, náuseas.
- Preeclampsia en embarazadas: presión arterial elevada sobre 140/90 mmhg reciente con proteína en la orina, confirmada a través de examen de laboratorio.
Ya sea en las urgencias o emergencias hipertensivas, el tratamiento consiste en disminuir las presión arterial con medicamentos y tratar la causa de origen de la hipertensión (lo cual en muchos casos puede ser el no haberse tomado los medicamentos, en el caso de personas que ya saben que son hipertensas).
Las causas de los otros síntomas que generalmente NO están originados por la hipertensión son:
- Cefalea: cefalea por estrés, migraña, fármacos, alcohol.
- Tinnitus: exposición a ruidos fuertes, infecciones, sordera en fases iniciales.
- Mareos: estrés, vértigo por problemas del oído interno, baja de azúcar (hipoglicemia).
- Epistaxis: fragilidad de los vasos sanguíneos, calor, rascado, infecciones, problemas de la coagulación.
- Hemorragia subconjuntival: trauma (por frotaciones o golpes), aumentos de presión de los capilares (ej. estornudos, sobreesfuerzos), problemas de la coagulación.
La mayoría de estos cuadros son leves y tratables. Hay que considerar que estos pueden ser los desencadenantes de la presión alta y no viceversa. O sea, una migraña, un vértigo o una crisis de pánico, pueden aumentar la presión arterial por sí mismas. Lo mejor es consultar con el médico para ver la causa y el mejor tratamiento para esas molestias, pero no acudir a servicios de urgencia que ya están colapsados de gente que puede tener problemas más severos, donde los tiempos de espera son largos y, además, hay alto riesgo de contagio por infecciones respiratorias, como la influenza.
En caso de que usted presente una presión arterial elevada sobre 180/120 mmHg (sin presentar ninguno de los síntomas de la emergencia hipertensiva) debe:
1) Cerciorarse de haberla tomado correctamente y que el esfingomanómetro sea confiable. Idealmente medir la presión en el pliegue del codo y no en la muñeca, ya que en este último lugar generalmente arrojará niveles mayores y menos precisos. Además, el aparato debe estar bien calibrado cada seis meses por su servicio técnico, y la presión debe ser tomada en ambos brazos.
2) Tomar los medicamentos para la hipertensión si los ha olvidado. De hecho, la falta de adherencia al tratamiento es la mayor causa de urgencias/emergencias en pacientes ya hipertensos.
3) Recostarse en un lugar con poco ruido y temperatura agradable. Esto, debido a que la actividad física brusca, temperaturas extremas y el estrés ambiental, suelen gatillar un aumento de la presión arterial.
4) Tomar un vaso de agua. La deshidratación puede desencadenar aumento de presión arterial. El consumo de jugo de limón podría tener un efecto beneficioso, aunque todavía falta más evidencia.
5) Si después de 30 minutos la presión vuelve a niveles inferiores a 180/120 mmHg (y no presenta los síntomas de emergencia hipertensiva), se puede solicitar hora al médico de forma ambulatoria para evaluar un inicio o modificación del tratamiento antihipertensivo. Si no revierte, hay que acudir a su servicio de urgencias más cercano.
Para terminar, es importante chequearnos al menos una vez al año, aunque no tengamos ninguna molestia, ya que la presión alta NO suele presentar síntomas, es un auténtico "asesino silencioso". Aprovechemos la oportunidad de realizarnos exámenes preventivos anuales gratuitos (cubiertos por Fonasa e Isapres). Y, por otro lado, no seamos como Gordon Gecko, ¡el titán de Wall Street! El solo hecho de poseer uno de esos aparatos, no debiera alejarnos de los profesionales de la salud, que estamos aquí (aunque suene cliché) para atender a sus necesidades, responder sus dudas y orientarlos en este hermoso y accidentado viaje hacia una mejor calidad de vida.