El martes 2 de abril, el presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, anunció su renuncia inmediata a la jefatura del país más grande de África. Después de semanas de manifestaciones multitudinarias y rumores sobre su muy deteriorado estado de salud, el presidente Buteflika se ha convertido en una víctima tardía de la Primavera Árabe. A pesar de que el régimen argelino logró sobrevivir a estos sucesos de 2010 y 2012, las manifestaciones a favor de una transición democrática en Argelia, han finalmente logrado una victoria, aunque esta sea simbólica.
En el Definido te explicamos qué distingue a Argelia de los demás países del norte de África y qué esperar durante las próximas semanas.
Argelia, el país más grande del continente desde la partición de Sudán en 2011, es un territorio único en la historia del contacto entre la Europa mediterránea y el norte de África. Por siglos fue parte de las civilizaciones romana, fenicia, hispánica y otomana y, a partir del siglo XIX, se convirtió en el territorio predilecto del imperio francés en el norte de África. Tanto así, que durante la época de la colonización francesa, entre 1830 y 1962, la mayoría de los territorios argelinos eran departamentos franceses con representación en la Asamblea Nacional en Paris, con presencia de grandes poblaciones europeas en las ciudades de Argel, Oran y Constantino. Sin embargo, los árabes que habitaban la Argelia francesa eran tratados y considerados ciudadanos de segunda categoría y no gozaban de los plenos derechos que disfrutaban sus homólogos europeos.
Ubicación de Argelia en el norte de África/ Google Maps. |
Por esto, durante la primera mitad de siglo XX, particularmente entre 1954 y 1962, se vivió en Argelia una guerra de independencia liderada por un grupo de argelinos árabes y musulmanes organizados bajo el Frente de Liberación Nacional (FLN). Por décadas, el FLN fue considerado un grupo subversivo y terrorista por las autoridades francesas que buscaban apagar cualquier movimiento independentista en el territorio. Por otra parte, el FLN era el orgullo de muchos argelinos que soñaban con la independencia nacional y con un país propio.
La lucha por la independencia de Argelia fue larga y dolorosa, tanto para Francia como para Argelia, y dejó un legado de profundas tensiones entre ambos países que todavía no se han superado completamente. Las brutalidades cometidas por ambos bandos durante los años de “los eventos en Argelia”, como el gobierno francés se refirió por décadas a la guerra de independencia, son el tema de reconocidas obras como la película La Batalla de Argel, el libro La Pregunta, de Henri Alleg, y el libro Servicios Especiales, del militar Paul Aussaresses.
Fue durante esta oscura época que líderes xenófobos como Jean-Marie Le Pen, padre de Marine Le Pen, formularon sus controversiales posturas políticas que todavía se hacen muy presentes en Francia. No ha sido sino en años recientes que dirigentes franceses como François Hollande y Emmanuel Macron, han reconocido los errores de Francia durante la guerra en Argelia. En este sentido, Argelia tiene una historia particularmente distinta a Marruecos y Túnez, que también fueron colonias francesas, pero que nunca ocuparon un espacio tan importante en la política del país europeo.
En 1962, cuando Francia finalmente abandonó Argelia y se estableció una nueva república en el norte de África, cientos de miles de franceses y argelinos se vieron obligados a cruzar el Mediterráneo en barcos hacia Europa. Más aún, la crisis política y social en Francia fue tan grave, que el país debió convocar una nueva asamblea constituyente. Mientras tanto, en la nueva República de Argelia, el FLN dominaría la política nacional hasta 1992, cuando el país cayó en crisis civil y violencia sectaria.
Tras varios años de crisis, un veterano político del FLN y exmilitante del grupo armado durante la primera mitad del siglo XX, Abdelaziz Buteflika, fue electo presidente, en 1999. En ese momento, el presidente Buteflika trajo esperanza a un pueblo que a penas salía de una sangrienta década de guerra civil entre el ejército y grupos islamistas armados. Sin embargo, las pasadas dos décadas bajo Buteflika no han sido fáciles para el pueblo argelino. A pesar de su fortaleza y vigor durante los primeros años de mandato, hacia el 2010, la salud del presidente Buteflika, quien hoy día tiene 82 años, comenzó a deteriorarse significativamente.
Simultáneamente, el débil estado de salud de Buteflika ha facilitado el empoderamiento de sectores como el ejército y los servicios secretos argelinos, quienes figuraban prominentemente en los gabinetes ministeriales del ya retirado presidente. Con un presidente enfermo, pero figurando como jefe de estado ante el país y ante el mundo, las complejas redes del poder argelino se fortalecieron tras bastidores. Simultáneamente, esta alarmante consolidación de un poder invisible y con Buteflika como fachada, le ha restado legitimidad a la democracia argelina y ha resultado en un estado represivo frente a cualquier contestación civil.
Desde 2013, cuando el presidente Buteflika sufrió un accidente vascular cerebral, el líder argelino está limitado a movilizarse en silla de ruedas, es incapaz de pronunciar discursos para dirigirse a sus conciudadanos y permanece largos períodos de tiempo en hospitales en Suiza y Francia. De tal manera que, en años recientes, existe la noción de que Buteflika no es más que una figura escudo detrás de la cual se protegen los verdaderos poderes en Argelia, lo que se volvió muy evidente. Por meses e incluso años, las apariciones del presidente Buteflika han sido mínimas y breves. Más increíble aún es haber sido reelecto en 2014, tras modificar la constitución, y también el hecho de que buscaba reelegirse por cinco años más este año.
En febrero de este año, Abdelaziz Buteflika, por medio del vocero presidencial, anunció su intención de presentarse para un quinto periodo presidencial. Esta movida provocó indignación entre los argelinos y condujo a masivas manifestaciones contra el presidente. Claramente, Buteflika, quien paso varias semanas entre febrero y marzo hospitalizado en Europa, no estaba en condiciones de continuar dirigiendo el país.
Sin embargo, la insistencia del líder refleja un deseo por parte de las fuerzas armadas y políticas que operan a sus espaldas. En marzo, tras varias semanas de manifestaciones, Buteflika anunció que si era electo, renunciaría antes de completar los cinco años de mandato, pero los argelinos persistieron en sus protestas. Hacia finales de marzo, el presidente anunció que no se presentaría a la reelección, pero el impulso de las protestas en Argel no se disipó. El 1 de abril, anunció que renunciaría a la presidencia antes de fin de mes y ya para entonces, la presión incluso dentro de las instituciones de gobierno había crecido tanto, que el 2 de abril el presidente declaró su renuncia inmediata. Ya fuera de la presidencia, entre acusaciones de malversación de fondos y corrupción, Abdelaziz Buteflika publicó el 3 de abril una carta pidiendo a disculpas al pueblo argelino por cualquier error.
Ahora, según establece el orden de la constitución de Argelia, el presidente del Consejo de la Nación, la cámara alta del parlamento argelino, ha quedado a cargo de la dirección del país y dentro de un periodo de noventa días, deben de organizarse elecciones presidenciales.
Durante sus dos décadas en el poder, Abdelaziz Buteflika cultivó la fortaleza del estado argelino para garantizar la estabilidad en un país con un pasado violento. Ahora, las mismas fuerzas militares fueron las que despidieron al presidente Buteflika y quedan empoderadas tras los bastidores de las instituciones democráticas. Esperemos que los actores militares den paso a una verdadera transición democrática en Argelia y no busquen aumentar su poder a expensas del próximo presidente.
El pueblo argelino luchó por décadas para lograr su independencia nacional frente a Francia. Hoy día, a pesar de que todavía no ha logrado disfrutar plenamente los frutos de la democracia, sí ha conseguido un nuevo amanecer social de manera pacífica. Por lo tanto, las mismas exigencias civiles y ciudadanas que lograron acelerar la salida de Buteflika, deben mantener un activismo constructivo a favor de un país cada vez más justo, cada vez más libre.