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Imagen: César Mejías

Los murciélagos que podrían haber evitado el uso de la bomba atómica

Los murciélagos muchas veces se meten donde no queremos y, por eso mismo, a un “gringo avispado” se le ocurrió utilizarlos como explosivos. ¿Cuál era su plan? ¿Les resultó? Juan Reyes nos cuenta los detalles.

Por Juan Reyes | 2018-06-21 | 13:00
Tags | murciélagos, armas, segunda guerra mundial, estados unidos, japón, guerra, historia

Durante la Segunda Guerra Mundial, había una alternativa a la bomba atómica que podría haber causado un gran daño material y una menor cantidad de muertes. Su construcción implicaba una inusual combinación: murciélagos y explosivos.

La Segunda Guerra Mundial ha sido la mayor masacre que los humanos hemos desarrollado; en medio de esta tragedia, no solo se desató la violencia, sino que también una considerable dosis de creatividad. Es que cuando nos “ponemos bélicos”, hasta unos escurridizos murciélagos pueden convertirse en una herramienta de destrucción. Aunque parezca increíble, durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército norteamericano trabajó en un proyecto que pretendía convertir a los murciélagos en el arma más misteriosa alguna vez creada.

Pensado en murciélagos “pirotécnicos” durante las vacaciones…

El proyecto de arma consistía en dotar a miles de murciélagos con explosivos activados mediante un temporizador. La costumbre de estos mamíferos por esconderse en los techos y lugares más inaccesibles, haría el resto del trabajo (un snif general por estos “ratones alados”). Esta alocada idea fue propuesta por un dentista llamado Lytle S. Adams, quien conocía a la primera dama norteamericana. El dentista hizo llegar su descabellada idea al entonces presidente Roosevelt y luego de un análisis, en la Casa Blanca decidieron ponerla en marcha.

El ataque a Pearl Harbour por parte de los japoneses, activó el deseo de venganza e imaginación del dentista e inventor, que durante sus vacaciones en Nuevo México había visto miles de murciélagos volando, lo que le causó gran impresión. Ambas cosas, aparentemente inconexas, hicieron click en su cabeza y se le ocurrió la idea de usar a los murciélagos como arma. Lytle S. Adams no solo consiguió que su idea fuese considerada, sino que él mismo estaría trabajando en ella con un equipo y los recursos necesarios: el proyecto costaría la nada despreciable suma de dos millones de dólares al gobierno de EEUU.

El objetivo era generar miles de incendios simultáneos en Japón, aprovechando que en sus construcciones era común la madera y otros materiales inflamables. Habían motivos de sobra para creer que la idea funcionaría: hay abundantes murciélagos, estos pueden cargar más que su propio peso, cuando están en estado hibernación no requieren comida y se esconden en sitios de difícil acceso.

La correcta ejecución de esta idea -además de condimentar con aún más rarezas la historia de la humanidad- habría salvado decenas de miles de vidas. Pues los incendios podrían haber generado mucho daño material, sin arrasar con tantas vidas como una bomba atómica.

Planeando una guerra de exóticas armas

Los japoneses tampoco se quedaron atrás en creatividad. Por ejemplo, una de las fatales ideas que llevaron a cabo, fue la de utilizar globos de hidrógeno cargados de explosivos que, transportados por las corrientes de viento, viajaban desde Japón hasta EEUU. Uno de estos globos fue descubierto por unos niños que andaban de picnic, ellos y una mujer embarazada resultaron ser las únicas víctimas de este extraño ataque.

Mientras los japoneses le hacían empeño a sus globos, los norteamericanos buscaban entre los diversos tipos de murciélagos cuál podría ser más adecuado para crear su arma. El escogido sería el murciélago cola de ratón, por lo que varios de ellos fueron atrapados en cuevas en Nuevo México y trasladados en camiones refrigerados hacia Washington para realizar numerosas pruebas. Allí, las pobres criaturas eran cargadas con explosivos, para verificar su efectividad como arma L.

La idea era que una pequeña cápsula repleta de murciélagos fuese soltada desde un avión, en medio de su caída se activaría un paracaídas y se abrirían las compuertas para liberar a las pequeñas criaturas, que irían a esconderse a la ciudad. Habían ciertas dificultades técnicas que superar para llevar a cabo el plan: a veces los murciélagos no salían del estado de hibernación y caían al suelo, otras veces la caja no abría lo suficiente dificultando la salida de los murciélagos, a veces el viento fracturaba sus frágiles alas. Pese a estos problemas, todo indicaba que era factible lograr el objetivo y que era solo cosa de tiempo tener el arma preparada.

Los murciélagos causan estragos

Todo iba “de maravilla” para los norteamericanos, hasta que por accidente soltaron a unos cuantos que, tal como se habían imaginado, eran capaces de hacer daño; no en las construcciones niponas, sino que en la propia base norteamericana. Para mala fortuna de los ingeniosos gringos, sus bombas voladoras quemaron un hangar, el automóvil de un general y forzaron una evacuación en un pequeño poblado de Texas: se fueron a dormir a un tanque de combustible. Entre murciélagos desintegrados y humo, la misteriosa arma comenzaba a perder fuerza como alternativa para atacar Japón.

Los murciélagos no solo probaron ser un arma efectiva al ser liberados por accidente, sino también en simulaciones. En una prueba en un lugar llamado “La villa japonesa” -una imitación de las construcciones japonesas utilizada por el Servicio de Guerra Química del ejército- los murciélagos fueron soltados y, para asombro de los observadores, produjeron el resultado deseado: muchos incendios simultáneos.

Un arma más poderosa en el horizonte…

El dentista junto a su equipo se acercaban cada vez más a su objetivo y, la idea que a primera vista parecía descabellada, demostró ser efectiva en las diversas pruebas: 30 demostraciones con variedad de resultados. Pese a los grandes avances obtenidos, el arma nunca sería usada en realidad y su recuerdo sería solo un vestigio de las locuras de la guerra.

La historia no es justa ni compasiva y a veces las circunstancias conspiran para sacar lo peor del ser humano. El proyecto fue cancelado abruptamente a fines del año 1943, aunque hasta último minuto su creador intentó revertir la decisión. No había vuelta atrás; existía un arma mucho más prometedora a la que se debían destinar todos los recursos, la bomba atómica. El resto, querido lector, quedó grabado en la memoria colectiva… dejando una imagen mucho más tétrica que unos desorientados murciélagos kamikazes.

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