La población de China bordea los 1.3 mil millones de habitantes. Para ponerlo en perspectiva: alrededor de 90 veces la población chilena, 300 millones más habitantes que el total de América y dos veces la población de Europa. Y aún así se las han arreglado para desarrollar un sistema capaz de identificar a cualquier chino del país en tan solo un segundo.
¿Qué clase de brujería es esta? Pues ninguna. Se llama reconocimiento facial, una capacidad tecnológica que algunos de nuestros teléfonos poseen, pero que en China lo llevaron a otro nivel… como siempre.
Todo comenzó en 2005, cuando el gigante asiático puso en marcha Skynet (sí, el mismo nombre de los robots asesinos de Terminator), un plan de vigilancia nacional que buscaba reducir la tasa de crímenes a partir de la instalación de una enorme cantidad de cámaras a lo largo del país.
Skynet/Terminator
La idea era “sapear” lo que pasaba en los espacios públicos, así que instalaron máquinas en las calles, parques, buses de transporte y afuera de las casas de los disidentes del régimen comunista. La cosa es que 13 años después, el asunto se les fue un poquito de las manos.
Actualmente hay 170 millones de cámaras de vigilancia en el país y esperan que la cifra aumente a 570 millones en 2020. Es decir, en solo tres años más habrá casi una cámara por cada dos habitantes en China.
Por cierto, hace rato que dejaron de estar solo en la vía pública. Ahora se pueden encontrar cámaras de Skynet en balcones, ascensores, taxis e incluso eventos deportivos y musicales. De hecho, una superestrella cantonesa ha visto cómo sus conciertos se han transformado en una máquina para capturar fugitivos.
Redadas en mega eventos
Jacky Cheung es un popular cantante pop nacido en Hong Kong, quien hace menos de un mes hizo un concierto en la ciudad china de Jiaxing. Durante uno de los controles de seguridad del evento, las cámaras registraron a “Yu”, una persona que estaba siendo buscada por la policía china. Al salir de ahí la policía lo encontró y lo capturó.
Lo divertido es que esta es la tercera vez que ocurre lo mismo en un concierto de Cheung.
Algo similar pasó el año pasado en un festival de cerveza en China, en donde capturaron a 25 personas que estaban siendo buscadas por la justicia. De hecho, uno de ellos llevaba diez años siendo perseguido. Todo esto, gracias a las 15 cámaras que fueron instaladas en la cuatro entradas del evento.
Según las autoridades chinas, esta tecnología ha ayudado a capturar a más de dos mil fugitivos desde su instalación. En sus palabras, ha ayudado a combatir el terrorismo, el narcotráfico y hasta ha servido para encontrar personas perdidas.
Pero bueno, no todos sus usos están ligados al mundo de la seguridad. La cadena Kentucky Fried Chicken (KFC) tiene una serie de sucursales en el distrito financiero de Beijing, en donde los clientes se someten al escrutinio del reconocimiento facial. ¿El propósito? Predecir qué es lo que van a pedir y así ofrecerles lo que les podría gustar más.
Para esto, se basan en parámetros como la edad y el género. Según los encargados, un cliente hombre de veintitantos años, probablemente preferirá un combo de una hamburguesa de pollo crispy, alitas de pollo rostizadas y una Coca-Cola. Por su parte, una mujer de 50 años estaría más inclinada por el menú del plato de avena con leche de soya (que aparentemente sirven allá en horario de desayuno).
En tanto, una aerolínea china (China Southern Airlines) le dijo adiós al embrollo de las tarjetas de embarque y adoptó la tecnología del reconocimiento facial para hacer el check-in. Parecido a lo que hizo la Beijing Normal University, en donde establecieron un mecanismo de este tipo para garantizar el acceso de las mujeres a los dormitorios femeninos del campus.
Después de saber que un régimen autoritario como lo es el chino busca instalar más de medio millón de cámaras en el país, es normal tener un par de resquemores. ¿Cómo se puede garantizar que el uso de toda la información recopilada está en buenas manos? ¿En qué momento la seguridad cruza la línea y comienza a vulnerar la privacidad?
Desde el gobierno aseguran que toda la información está a salvo en el sistema, ya que existen una serie de regulaciones “estrictas” que previenen que esa avalancha de datos sea usada con otros propósitos (más allá de la seguridad, en este caso). Pero China es un país que no le rinde cuentas a nadie, lo que significa que tampoco entrega garantías de un uso ético de dicha información.
Aunque los problemas no se quedan ahí. Este sistema de reconocimiento es muy bueno cuando se emplea en gente blanca o asiática, pero tiene una serie de problemas cuando se utiliza en personas de otras etnias, con pieles más oscuras. Por lo mismo, como China busca ser el líder mundial en esta materia, se trasladarán a África para perfeccionar esta tecnología.
Básicamente, lo que harán será llevar el reconocimiento facial a ese continente para que sea empleado de la misma forma que se usa en China. La gracia (para los chinos) es que después la información recopilada se almacenará en sus bases de datos, lo que les permitirá identificar con mayor facilidad a una mayor variedad de etnias.