Vivimos en un mundo acelerado donde, muchas veces, corremos con piloto automático, porque estamos acostumbrados a eso y rara vez nos detenemos a reflexionar sobre cómo interpretamos la información y cómo estamos percibiendo la realidad.
¿Cómo comprendemos el mundo que nos rodea? ¿De qué fuentes nos nutrimos para no caer en el caos mediático? ¿Creemos todo lo que vemos o leemos? ¿Cuestionamos? ¿Dudamos? ¿Interpretamos? ¿Proponemos nuevas salidas a situaciones problemáticas? ¡Son muchas las preguntas que nos inspiran a escribir este artículo!
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Esto no se trata de irse un fin de semana a la montaña a reflexionar sobre la vida y aprovechar de encontrarnos con nosotros mismos. No, es algo mucho más cotidiano y que atañe a nuestra forma de digerir la realidad: vivir despiertos y atentos al mundo que nos rodea, sin que nos pasen “gato por liebre” y listos para poner nuestro granito de arena cuando sea pertinente. En cuatro palabras: desarrollar nuestro pensamiento crítico.
Esta es una herramienta que todos deberíamos tener internalizada desde el colegio (en un mundo ideal), pero que muchas veces dejamos de lado ante la comodidad de que nos entreguen el plato listo, sin que nosotros hayamos podido agregar ningún solo ingrediente. Este artículo es una invitación a “cocinar” tu propia realidad.
Es la capacidad de comprender y evaluar las ideas y los argumentos de los otros y los propios; además de percibir relaciones fundamentales, realizar inferencias pertinentes, evaluar la evidencia y deducir conclusiones relevantes. ¿No entendiste nada con esta explicación tan empaquetada?
En simple, se trata de aprender activamente y no ser un simple receptor pasivo de información, y a eso nos referimos cuando hablamos de “cocinar” nuestra realidad. ¡Es nuestra forma de entender el mundo! Y para eso tenemos que ser autores de nuestros propios “mapas” que nos guíen a través de él.
El desarrollo de esta habilidad, debiese venir desde la educación básica, sin embargo, muchas veces esto se pasa por alto y simplemente los estudiantes “repiten” lo que les enseñan los profesores sin cuestionarlo. Recién en la universidad se ven un poco más obligados a pensar de esta forma. ¡Y a veces hasta en esta instancia terminamos “repitiendo como loros” el pensamiento de otros!
Para comenzar, es necesario que reflexionemos sobre nuestras habilidades de pensamiento crítico. ¿Cómo estamos interpretando y percibiendo la información que nos llega constantemente?
Si nos damos cuenta de que estamos débiles en ese aspecto y de pronto percibimos que no hemos creado nuestras propias ideas sobre las cosas, hay que tomar cartas en el asunto, porque muchos han catalogado esta como “la habilidad del siglo XXI”.
Para lograr tener un pensamiento crítico y no dejar pasar las cosas relevantes (y otras que no lo son tanto) de la vida sin un mínimo de análisis, es necesario realizar algunos ejercicios. Una vez que los internalizemos y nos acostumbremos a ellos, será una práctica rápida y mucho menos estructurada de lo que parece a primera vista.
Preguntar sin pudores:
Debemos acostumbrarnos a formular preguntas, la calidad de nuestro pensamiento está muy relacionada con la claridad de las preguntas. Esto es clave, porque estas inspiran el pensamiento y generan conocimiento, ¡aunque aún no encontremos la respuesta adecuada!
¿Recuerdas a ese compañero de curso que levantaba la mano todo el rato para hacerle preguntas al profesor? Probablemente estaba aplicando eso y no se conformaba con simplemente absorber la materia como la mayoría de la clase (ese pedante no, sino el otro, ¡el curioso de la esquina!).
Cuestionar y no tragarse todo “así no más”:
También hay que tratar de cuestionarse más las cosas, por ejemplo, la información que recibimos, las inferencias (deducciones), conclusiones, las perspectivas y puntos de vista.
Hacer esto es ultra importante, sobre todo hoy en día en situaciones tan básicas como cuando recibes una noticia, foto o video muy impactante o sorprendente por redes sociales. Este que dijo esto, ¿será realmente el Chino Ríos?; la persona que sostiene esta teroría, ¿tendrá alguna tendencia política que lo condicione?; esto que me dice mi papá, ¿es una opinión fundada o viene anclado en sus propios miedos?
No debemos ser ingenuos, mucha de esta información no es verdadera, puede ser errónea o simplemente no ser definitiva y estar sujeta a cambios. Si te tomas unos segundos para analizarla, te darás cuenta rápidamente y no cometerás el error de compartirla (en las redes o en nuestra propia cabeza).
Aunque tampoco es la idea que te empieces a cuestionar todo, ¡porque podrías terminar agotado! La idea no es convertirse en haters anti-sistémicos, sino es simples agentes de cambio con pasión por el conocimiento (y entre ambos hay una graaan diferencia).
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Sé un agente activo de tu conocimiento:
Muchos creen que con el colegio o la universidad basta, pero la verdad es que estamos aprendiendo toda la vida. La peor actitud es creer que ya no necesitamos educarnos, ¡porque continuamos conociendo y sorprendiéndonos con el mundo hasta el fin de nuestros días!
Hoy tenemos un acceso increíble a la información, así que cuando tengamos un problema que resolver o una decisión que tomar: busquemos, investiguemos y leamos sobre el tema. Exploremos distintos argumentos y opiniones o si hay información contradictoria. Mientras más información tengamos, estaremos mucho mejor preparados. Como dice la antiquísima frase del programa El Informador de la Radio Bío-Bío: “el hombre que no está informado no puede tener opinión” o “el hombre que no tiene opinión no puede tomar decisiones”.
Estar abierto al cambio, ¡ser flexible!:
Una persona que piensa críticamente, se cuestiona la información y las ideas, no las asume y acepta apenas le llegan. Alguien que posee espíritu crítico busca razones y evidencia, pide justificaciones e investiga. Pero está abierta a encontrar información que la contradiga y, si logran convencerla, ¡no se mantiene rígida! Es una persona flexible, dispuesta a dialogar, a debatir y a cambiar de parecer si lo cree pertinente. Es un ser que admite cuando se da cuenta que está equivocado.
En el ámbito laboral y en la vida completa, el espíritu crítico es una habilidad muy valorada, por eso debemos preocuparnos de que los niños la adquieran desde muy chicos, y esa es una tarea de los colegios y también de los padres. Por otra parte, cada uno de nosotros debiese tener como objetivo permanente el mantener viva su capacidad crítica, poniendo en duda cuando hay que poner en duda, y cambiando de opinión cuando existen argumentos convincentes.