El empresario era consultado sobre la responsabilidad que tendría en el incendio que acabó con la vida de un centenar de aborígenes, para luego apropiarse de esas tierras y explotarlas. A cada pregunta al respecto se mostraba todavía más incómodo, por lo que prefería destacar lo valioso que había resultado para la economía nacional esta horrible, horrible tragedia, ya que posibilitó nuevos empleos.
Para ejemplificarlo, extrajo la foto de una niña desaseada y le dijo al entrevistador: “Gracias al sueldo que ganan mis trabajadores, ahora Fernandita podrá ir al mejor colegio de la zona” (colegio del cual también es dueño).