Me encanta el vals, ya que disfruto ver a mis abuelitos cuando lo bailan. Cada vez que empieza alguna canción, ellos se olvidan de todo, solo para disfrutar en pleno de la música. Se olvidan de las discusiones, las humillaciones, los engaños, soledades y adversidades, lo que me hace llorar desconsoladamente. Detesto el vals.