Cuando termines de leer este artículo, serás más viejo que en este instante. Es que cada segundo que pasa, envejeces otro poco... ¿Lo has pensado? La vejez tiene algo de triste y algo de bello. Ver el lento apagarse de nuestros abuelos, presenciar el tenue declive de nuestros padres, enfrentar la irremediable realidad de que nosotros mismos seguiremos el mismo destino. Al contemplar ese destino, es imposible no preguntarse ¿Cómo es ver pasar el tiempo en cámara lenta? ¿Qué se siente dejar de hacer lo que te gusta porque el cuerpo no responde? ¿Cómo es ver morir a los tuyos? ¿Qué piensas cuando no hablas con nadie en días? La población chilena, siguiendo con la tendencia mundial, está viviendo más años y la cuestión es ¿Nos estamos preguntando qué vamos a hacer al respecto?
Catalina Vergara y Cristián Soto se lo preguntaron varias veces, pero en una ocasión, de una manera especial. Estaban buscando un viejito para que participara como extra en el proyecto de título de uno de ellos, pero se encandilaron con la vejez, una vez que entraron al salón de un asilo. El espacio era grande, de paredes tan blancas como los cabellos de los más de veinte ancianos que compartían el aire, pero no palabras. La escena estaba perfectamente iluminada, al punto que para ellos parecía una foto, pero se trataba de la vida de aquellos que ven más probable que los visite la muerte, antes que algún familiar.
"Tenemos que contar esta historia" fue la conclusión que sacaron ambos, una vez que salieron de ese lugar y así fue como se embarcaron en darle vida al documental que se estrenará este 1 de agosto en las salas de cine: La Última Estación.
"Entramos con una idea fija, de que íbamos a llegar a un lugar donde la gente viene a morir. Pensábamos 'Lo que vamos a ver acá va a ser fome, lento', pero luego pasas de ese prejuicio a una verdad" dice Cristián y agrega que "la película, a través de su estructura, narra lo mismo que nos pasó a nosotros: Parte todo en silencio, sin música, sin nada... Pasas ese umbral y empiezan aparecer pequeños chispazos, se paraba un tipo a llamar por teléfono y nos sorprendíamos".
El periodo de grabación duró cinco años y se tradujo en 300 horas de material. "Nos planteamos hacer un documental de observación, entonces íbamos a observar y a grabar al mismo tiempo y después entrecruzamos el rodaje con el montaje. Cada proceso fue súper importante, el tema de la investigación fue un poco vivir y tener la experiencia de estar en estos lugares para descubrir un poco la película. Los personajes fueron los que nos permitieron descubrir cómo contar la historia", cuenta Catalina.
En un principio, el documental contaría la historia de cinco personajes principales, pero se fueron encontrando con momentos durante el rodaje y, finalmente, son estos los protagonistas: La escena de un hombre que dedicaba sus mañanas a recoger lentamente las hojas caídas de los arboles, con niños jugando y saltando en el jardín de al lado. Una hija ordenando la ropa con que quería que vistieran a su madre, de la que se acababa de despedir para siempre. Dos ancianitas hablando en su pieza sobre cómo estará enfrentando la primera noche en el asilo la mujer que habían ido a dejar esa tarde. Un abuelo que tenía un programa de radio y acompañaba a los demás en sus silenciosas mañanas. Cada toma como si hubiera sido montada para ser dibujada.
"Para nosotros la fotografía fue un narrador más de la película" dice Catalina, quien asegura que su punto de vista siempre fue buscar vida en esos lugares donde parece no haberla. "Era mostrar la dignidad de los viejos. Son personas que viven, no son ricas ni pobres, son. Lo que hacen es muy valorable... una señora que esperó un año para que la operaran, callada, sentada, esperando. Nosotros agradecemos los personajes que encontramos porque fueron mucho más de lo que nosotros esperábamos", dice Cristian.
La Última Estación se mostró por primera vez en el Festival Internacional de Cine de Valdivia el año pasado y desde entonces sólo ha escuchado aplausos. Una gira por varios países de Europa terminó con el Gran Premio en el Festival de Pärnu, Estonia. Además, el documental recibió el Premio del Público en el Festival Internacional de Documentales de Santiago (FIDOCS) 2013, confirmando que la reacción ante la delicadeza con que tocan el tema de la vejez, es transversal.
"Desde la primera vez que la mostramos, la gente ha reaccionado igual: Se acuerdan de sus abuelos, piensan sobre que se están volviendo viejos y se preguntan qué están haciendo ellos por sus propios vínculos, con sus hijos. La gente se conecta con la vejez y cómo la está viviendo. Yo creo que esta película hay que verla en familia, de alguien se van a acordar, en algún momento les va a tocar algo", recomienda Cristián.
Por su parte, Catalina invita al público a reflexionar, a hacerse la pregunta ¿Qué estamos haciendo como sociedad por nuestros viejos? "Como jóvenes estamos solos. Trabajamos para nosotros mismos y no tenemos vínculos, se van rompiendo desde esta generación, entonces qué queda para después... hay que empezar a reflexionar sobre el tema".
Para ver dónde y a qué hora dan el documental en tu ciudad revisa este link.