A finales del siglo XVII había una plaza en New Orleans donde los esclavos negros se sentían libres. Era el Congo Square, conocida con ese nombre porque era un punto donde se vendían esclavos traídos del Congo. Los africanos e indios se reunían en torno a la música y la danza para recordar su cultura, dando origen a uno de los estilos musicales más legendarios. Los blancos se reunían a las afueras de la plaza para escuchar los extraños ritmos que tocaban y que no tenían computados en su teoría clásica de la métrica de los cuatro cuartos. Lo que estaban presenciando blancos y negros en ese lugar no era ni más ni menos que el nacimiento de uno de los estilos musicales más legendarios: El jazz.
A José Tomás Vicuña, saxofonista de noche, de fin de semana y de hora de almuerzo, pero abogado de día, se lo puede ver por estos días en la Congo Square. Recibió hace un tiempo la invitación para tocar en el New Orleans Jazz & Heritage Festival, el encuentro más importante de cultura jazzística del mundo, que dura nueve días. Si bien hay festivales potentes en Nueva York y Montreal, ninguno le hace un homenaje a los orígenes, el desarrollo y lo moderno del jazz como este. ¿Cómo fue que llegó Vicuña hasta allá a los 27 años?
Cuando José tenía 10 años, miró a su papá y le dijo: "¿Me compras un saxofón?" Le encantaba como sonaba, escuchaba jazz desde siempre -por breve que ese "siempre" fuera-, pero su padre, quien le presentó el estilo musical, le recomendó probar primero con la guitarra, no fuera a ser cosa que sólo se tratara de un capricho de niño y se quedaran con el saxo acumulando polvo. Así que fue la guitarra. Fueron ocho años aprendiendo a sacarle los mejores sonidos al instrumento: Primero los acordes clásicos, luego el rock y luego...el jazz. Entremedio armó su banda, durante cuatro años le hizo tributos a Satriani, tocaba en clubes, pensaba que saliendo del colegio iría a la universidad de Berklee a estudiar su instrumento, pero una vez que se adentró en el jazz, el sonido del saxofón lo volvió a cautivar.
"Tuve que empezar a tocar saxo de cero, no sabía soplar. Mi viejo me trajo uno de Francia, un Yamaha como de estudiante. No sabía ni armarlo así que a tocar cumpleaños feliz no más. Igual fue difícil esa transición porque no sabía hacer nada con el saxo, en cambio con la guitarra me podía expresar. Así que me puse a estudiar, estudiar y estudiar, hasta que tomé clases con algunos profesores de esa época: Alejandro Salazar, Agustín Moya, pero siempre preparándome para tocar con el mejor maestro que era Marco Aldana, tenemos la suerte de tenerlo en Chile, podría estar en cualquier lado", cuenta Vicuña.
Con el cambio de instrumento los planes de irse a estudiar a Berklee sufrieron una modificación. Ahora sería con un saxofón al hombro, así que a esperar otros ocho años de estudios y llegar preparado a la mejor universidad de jazz. Y así fue, pasaron los años y Aldana transformó los dedos de Vicuña en ágiles agentes musicales del saxo.
¿Cómo fue el proceso de preparación para Berklee?
"Muy intenso, era casi como Karate Kid la preparación que me dio Marco para la audición. Berklee hace audiciones en todo el mundo y en mi año lo más cercano fue Buenos Aires, así que partí para allá y fue como dar el examen de grado. Hay una prueba práctica y otra teórica, pero la primera es la más jodida... tienes una comisión de cuatro músicos secos y tú no les puedes mentir, cualquier cosa te van a cachar, estás totalmente en pelota. Marco me preparó para eso y me fue súper bien, entré."
Ese 2010 el 8% de los músicos que audicionaron quedaron seleccionados. Vicuña agarró sus maletas al año siguiente y, sin tener bien claro cuándo volvería, se vio entrando a lo que califica como "la universidad perfecta": Un lugar donde si no estaba hablando de música, o componiéndola, o practicándola, o escuchándola o estudiándola... no estaba ahí; era todo lo que hacía. A pesar de haber tenido un exitoso resultado, quedando con los mejores profesores y viviendo experiencias como tocar en el Wally's Cafe con un baterista de Costa Rica, un pianista brasileño, una japonesa en el bajo y un guitarrista chileno, decidió volver.
"¿Qué puedo aportar yo tocando en Nueva York? Es la raja y puedo desarrollarme y podría llegar a conseguir algo espectacular, pero creo que aquí en Chile hay mucho por hacer y también muy entretenido, es un campo fértil donde invertir tu tiempo", dice Vicuña, que estudió leyes buscando herramientas para desarrollar sus proyectos musicales y aprender de administración y gestión para utilizarlo en pos de la escena cultural. Eso mismo fue lo que lo inspiró, una vez en Chile, a sumarse en la organización del Festival Jazz Duit, en el que participaron tanto músicos extranjeros como chilenos de primera línea.
¿Cómo lograron armar el Jazz Duit de la nada?
La idea, que era lo más importante, la tenían Sebastián Jordán y Nicolás Vera y comenzamos a hacerlo sobre la rueda, yo me sumé en la mitad. Trajimos a Greg Osby, que había sido profesor mío en Berklee, Aaron Parks, Drew Gress, compadres de primera línea. Queríamos hacer un festival que llevara el nombre "Jazz do it" pero a la chilena (de ahí el "duit"), diciendo que podemos tener en Chile el mejor jazz y dar una buena impresión. Tenemos jazzistas muy buenos acá, talentosos, pero pocos. Falta mucho que hacer, pero queremos ser un aporte.
El año pasado invitaban a los artistas mientras en paralelo buscaban auspicios y conseguían lugares. Finalmente el festival se realizó en octubre en Santiago, Santa Cruz, Santo Domingo y Concepción, participaron más de 2.000 personas. Así que este año van de nuevo, por el momento lo único que se puede decir es que se repite el mes. "Por un lado es más fácil, porque ya tenemos la experiencia del festival pasado, pero por otro es más difícil, porque tiene que ser mejor y el año pasado fue un éxito", dice Vicuña.
Desde su regreso a Chile a finales de 2011, Vicuña y su banda (José Vicuña y quinteto) tocan en el Thelonious de manera permanente, así también en Le Bistrot Jazz Club del restorán Le Fournil y en distintos locales de jazz. Una de las canciones compuestas por José, "Flipao", está incluida dentro de la banda sonora de la película "Gloria", que se estrena el 12 de mayo en las salas de nuestro país.
Lo que quiere hacer José ahora es componer un número de canciones suficientes que le gusten para grabarlo en el sello discográfico de sus amigos Jordán y Vera: " Lo que me gusta de ellos, es que además de ser tremendos músicos, son muy proactivos. Tienen sello, hacen festivales, me gusta esa idea de que el músico no tiene que estar tirado esperando que lleguen las cosas. Estos compadres son motivados, buscan las cosas, trabajan, la hacen bien y se maman reuniones de cualquier cosa menos de música, es la única forma de hacerlo".
Por último, ¿cómo es el escenario chileno para el jazz?
La gente se está atreviendo a escuchar más jazz. Ojalá rompamos con el esquema del esnobismo en el jazz, con tanta parafernalia. Hay que abrirlo al público, no porque vayan dos pelagatos a escucharlo es más fino que si va un montón de gente. Hay mucho eso, de que el jazzista tiene su club con dos personas ultra-under... está bacán, pero si puede llegar a mil tocando lo mismo, mejor.