Póngase en el siguiente caso:
Va usted caminando muy quitado de la pena por la calle, escribiendo un importante tuit (como todos sus tuits, porque es usted brillante) cuando repentinamente su pie se enreda en algo y, antes de poder decir "¡Ayúdenme followers!" se encuentra pecho a tierra, dando un apasionado beso francés al pavimento. Luego de levantarse lo más dignamente posible, le echa una mirada acusadora al causante de su desgracia. Un pastelón de la vereda, levantado por la raíz de un árbol.
Como buen mamífero de sangre caliente, usted se enfurece contra la ineficacia del municipio que permite semejante aberración y decide atacar el problema "de fondo", es decir, la escasa mantención de todo el sistema vial y peatonal del país y la idiosincrasia que permite semejante aberración. Tuitea con su más enfurecida y ácida pluma digital, escribe amargas cartas al diario y comenta el tema con quien lo quiera oir. Finalmente, satisfecho con su contribución a la sociedad, vuelve a dedicar su atención a tomar fotos con Instagram a su almuerzo, que es una verdadera obra de arte. Mientras, el pastelón y sus secuaces siguen atrapando pies de incautos y los municipios siguen haciendo malabares para mantener el sistema vial lo menos indigno posible con sus siempre escasos recursos.
Lo que trato de decir es que identificar problemas "de fondo" lleva a análisis que pueden ser totalmente ciertos, pero a la vez, completamente inútiles para resolver el problema. En especial si no se cuenta con la autoridad y conocimiento para atacarlo en toda su magnitud.
Y, desgraciadamente, nuestro foco está casi siempre puesto en los problemas de fondo, en las soluciones macro, sobre las que nada podemos hacer. ¿No me cree? Lea las siguientes frases y dígame si le suenan conocidas:
"La política pasa por una crisis de representatividad que obliga a un cambio profundo del sistema político", "Para alcanzar la paz social se requiere un nuevo pacto social", "Para terminar con la pobreza hay que acabar con la desigualdad", "El problema mapuche no se resuelve hasta que el estado reconozca a las tribus originarias"...
No digo que estos análisis no sean ciertos, sino que no conllevan un camino de solución claro, posible de ejecutar en plazos razonables, por una persona común. Semejantes análisis nos llevan a soluciones del tipo "hacer una reforma constitucional" o "crear un nuevo pacto social" que, además de ser ideas vagas que pueden resultar de cualquier forma, nos dejan a merced de la clase política, impotentes para realizar nada por nuestras propias manos, más allá de protestar. No es raro, entonces, que semejantes conclusiones terminen provocando desencanto e impotencia.
Cuando Muhammad Yunus, en 1983, decidió atacar el problema de la pobreza en India, probablemente contaba con los mismos análisis que contamos nosotros respecto a ella: que es producto de una gran desigualdad, de un bajo capital cultural, de falta de oportunidades, mala educación, hacinamiento, contextos de delincuencia, drogadicción, etc... todos esos problemas estában tan presentes en India como lo están hoy en nuestro país, incluso peor.
Si Yunus hubiese decidido que primero era necesario reparar todo aquello para ayudar a los pobres de su país, probablemente no hubiese podido hacer nada. Ni siquiera hubiese sabido por donde partir. O tal vez hubiese decidido fundar un partido político y, 20 años después, se hubiese encontrado sentado en un escaño del parlamento, aprobando una ley para regular el nivel de picante en el masala, sin haber mejorado en nada la vida de los pobres.
¿Qué hizo él, en cambio?
Actuó donde le era posible intervenir de manera efectiva. Cambió el foco. No miró el problema de fondo, sino el problema más concreto que podía resolver con sus propias manos. Y vio algo evidente, que nadie había visto: Un pobre deja de ser pobre cuando produce dinero. Y para producir dinero, se requiere un capital inicial. Y a un pobre le basta con un capital muy bajo, pero ningún banco se lo quiere dar.
Y vio algo más, que tampoco se puede ver desde la estratósfera intelectual en que viven los que buscan "soluciones de fondo". Vio la realidad. Vio que los pobres eran personas, como cualquier otra, con sueños, con ideales, con ética, con honestidad. Vio que podía confiar en ellos y prestarles plata, sabiendo que la devolverían.
Así que fundó el "Banco de los pobres" y el sistema de microcréditos. Prestar poca plata a gente que tiene poca plata.
Veintitrés años después, Mohammed Yunus subía al escenario del City Hall de Oslo a recibir el Premio Nobel de la Paz por haber creado un sistema de impacto mundial para reducir la pobreza.
Historias como estas hay miles y en El Definido estamos decididos a contarlas todas, pero lo que me interesa enfatizar es que no porque un problema es grande, la solución debe ser del mismo tamaño. Grandes problemas se pueden atacar con pequeñas soluciones, si uno mira el problema desde cerca y sabe hacer las preguntas correctas.
Pasamos demasiado tiempo mirando los problemas, quejándonos de ellos y encontrándoles culpables, pero demasiado poco mirando los pequeños éxitos anónimos que ocurren en ese mismo contexto, que llevan en sí mismos la clave de la solución.
No podemos seguir con esta desesperanza aprendida, de creer que nada puede mejorar hasta que los poderosos se hagan cargo. No somos un rebaño, no somos impotentes. Tenemos entre nuestras orejas todo lo que necesitamos para resolver los problemas del mundo. Sólo hace falta enfocar nuestra atención en lo que NOSOTROS podemos hacer para arreglar las cosas.
Eso es El Definido. ¿Te nos unes?