Todos los días lo hacemos. Los amigos nos ponemos de acuerdo para ir a la fiesta en un solo auto. Si nos falta una cebolla para nuestra increíble receta, le tocamos la puerta al vecino. Nuestro amigo nos presta su cámara de fotos DSLR para un evento importante. Si viene nuestro primo de regiones, le pasamos el sofá para dormir.
Sin darnos cuenta, prestamos, intercambiamos y compartimos nuestras posesiones.
En los últimos cinco años, varias de estas actividades se han formalizado en un nuevo sistema económico soportado por plataformas electrónicas. Ya no sólo se comparte e intercambia con los más cercanos –la familia, los amigos–, sino también fuera del entorno próximo.
A través de aplicaciones o sitios online, se pueden compartir viajes con desconocidos (carpooling), financiar proyectos de pares (crowdfunding), arrendar una pieza (flatsharing), alojar gratuitamente (couchsurfing) o intercambiar ropa con mujeres que comparten nuestros gustos. Es la economía colaborativa.
La economía colaborativa quiere cambiar la forma en que transamos. Plantea un nuevo paradigma en donde ya no se halla satisfacción en el hecho de poseer, sino en el poder tener acceso a los beneficios de una infinidad de bienes y servicios…y a un costo no tan elevado.
La emergencia de las nuevas tecnologías, las crisis económicas y el hecho de darnos cuenta que estamos viviendo en un mundo poco sustentable, ha facilitado la rápida expansión de este sistema.
Así lo explica Tomás de Lara, emprendedor social brasileño y experto en economía colaborativa. El también embajador de Sistema B en Brasil, estuvo presentando en el Festival de Innovación Social (FiiS) que se celebró hasta durante la semana pasada:
“Los recursos naturales están cada vez más escasos. La población mundial está llegando a 7.5 mil millones. Estamos extrayendo muchos más recursos naturales de lo que deberíamos. Si seguimos así, pronto tendremos una pérdida de la biodiversidad. Por eso, es fundamental que el uso de recursos como un auto, un taladro, una bicicleta o una escalera, deba maximizarse. En el ciclo de vida de un taladro, el porcentaje de uso debe pasar de un 2% a un 60%. Un producto debe servir para más gente”.
Si bien las formas de consumo colaborativo han estado presentes desde hace miles de años, el término como tal asociado a las nuevas tecnologías apareció hace poco. En 2007, lo usó por primera vez Ray Algar en la revista Leisure Report.
No fue sino hasta el 2010 que el concepto empezó a popularizarse con la publicación del libro What’s Mine IsYours: The Rise of Collaborative Consumption (Lo que es mío es tuyo: el ascenso del consumo colaborativo) de Rachel Botsman. La escritora y gurú del consumo colaborativo ha ofrecido varias charlas TED acerca del tema.
En el mundo, las aplicaciones y softwares que que utilizan este modelo se han multiplicado por miles, aunque pocas han tenido tanto éxito como Uber y Airbnb. La primera es una aplicación móvil que conecta a pasajeros con conductores privados; cualquier persona puede utilizar su propio auto para volverse chofer y llevar a otras personas a su destino (aunque por motivos de seguridad se han impuesto algunas restricciones a quienes ofrecen ser conductores). En Airbnb, cualquiera puede inscribir su casa, departamento o una pieza para que otros lo arrienden por un tiempo acotado.
Como se puede apreciar, la economía colaborativa puede funcionar a distintos niveles. Puede tratarse de gente compartiendo sus posesiones gratuitamente (libros, herramientas, habitaciones), tanto por idealismo ambiental y social, como por un deseo de conectar con otras personas; como puede tratarse de un modelo de negocios en que las personas maximizan sus recursos y aumentan sus ingresos, ofreciendo la capacidad ociosa de sus posesiones a otros, a un costo más competitivo que el del mercado tradicional, gracias a la informalidad del sistema y la ausencia de intermediarios.
En Latinoamérica, el concepto de “economía colaborativa” se ha demorado en llegar por los problemas de conexión a banda ancha y la desigualdad social. Sin embargo, en Chile ya conocemos varias empresas criollas que están trabajando bajo este modelo. Cumplo.cl (red de financiamiento), Truequers.com (comunidad para permutar objetos), Prilov.com (venta y compra de ropa usada) y las aplicaciones A-dedo y Yeba.me (carpooling), son sólo algunas de ellas.
El publicista Matthew Holinaty y el periodista Andrés Alemparte fundaron Truequers.com en abril del año pasado, un sitio para permutar cualquier tipo de objeto. Guitarras, autos, monedas de colección, terrenos, clases de maquillaje o computación y hasta animales se han intercambiado en esta plataforma que funciona mediante un sistema de cruces inteligente.
“El trueque se basa en el mismo pilar de la economía colaborativa: pasamos de 'poseer' a 'tener acceso a'”, dice Matthew Holinaty. “Por ejemplo, se viene el verano y yo quiero una bicicleta para irme al trabajo. No compro una bici pensando en tenerla para siempre. La tengo el tiempo que la necesito, pero después me sirve como moneda de cambio para tener acceso a otra cosa. Entonces entramos en el nuevo concepto de 'lo tuyo es mío y lo tuyo es mío' mientras lo necesitemos”.
Tantos objetos que normalmente terminan arrumbados en bodegas, que se descomponen o corroen por desuso, se reutilizan y adquieren un nuevo valor. Así, además de aportar al medio ambiente, con el trueque dejamos de gastar dinero. En vez de comprar algo nuevo, intercambiamos algo que ya no necesitamos por eso que deseamos.
Sitio web de Truequers.com
Otro de los pilares de la economía colaborativa es el ambiente de confianza en el que se realizan todas las transacciones, a diferencia del modelo tradicional donde impera una enorme desconfianza hacia las grandes empresas.
A falta de conocidos, tratamos de hacer negocios o intercambiar con aquéllas personas que están validadas o tienen una alta reputación en la red. Casi todos estos programas incorporan herramientas que permiten evaluar la experiencia de transar con la otra persona.
En Prilov.com, sitio chileno donde las mujeres pueden vender su ropa usada, se puede rankear a la vendedora y comentar sobre la experiencia de compra con ella. Son ya 15 mil usuarias las que suben sus prendas a la página.
El sitio nació el año pasado cuando las ingenieras comerciales Andrea Tapia y Constanza Sepúlveda viajaron a Europa y se percataron que el consumo colaborativo era una tendencia instalada. “Se comparte todo allá: las casas, los autos, la ropa”, dice Andrea Tapia.
“Nos dimos cuenta que en Chile la mayoría de las mujeres utilizan solo el 40% de su clóset y tienen la necesidad de vender esa ropa que ya no usan. Siempre han existido las ferias libres o el intercambio de ropa entre amigas, pero no existía una gran plataforma que te permitiera publicar y compartir los clósets”.
Sitio web de Prilov.com
Este consumo también tiene su lado oscuro, y las aplicaciones Uber y Airbnb ya han sufrido las consecuencias.
El gigante Uber, valorizado en 51 millones de dólares y presente en 250 ciudades de 50 países, se ha visto enfrentado a protestas en todo el mundo y demandas de taxistas, quienes lo acusan de competencia desleal. En Madrid, los choferes que utilicen esta app, pueden pagar multas que van desde los 4 mil a 18 mil euros.
Los hoteles y lugares de arriendo en Estados Unidos también se han lanzado contra la plataforma Airbnb. En San Francisco, California, todos los residentes votarán el 3 de noviembre a favor o en contra de la llamada “Proposition F”. Esta nueva ley podría restringir en la ciudad las rentas a corto plazo de plataformas como Airbnb. Si es que se vota a favor de esta disposición, se restringirá el arriendo a 75 noches por año y los propietarios deberán pagar impuestos, como lo hacen todos los hoteles.
En Chile, uno de las startups que ha generado más oposición es el sitio pionero en economía colaborativa, Cumplo.cl. En 2012, Nicolás Shea fundó esta red de financiamiento entre personas, que permite a los usuarios prestarse dinero o solicitar préstamos. Todo a tasas mucho más atractivas que los bancos tradicionales.
En 2013, la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (Sbif) presentó una denuncia ante la Fiscalía Regional Metropolitana Oriente contra Cumplo por violar el artículo 39 de la Ley General de Bancos, que “prohíbe a toda persona que no esté autorizada por ley a captar o recibir en forma habitual dineros del público, ya sea en depósito, mutuo o en cualquier otra forma”. Cumplo, en todo caso, logró ganar el gallito y seguir adelante, pero muchas otras iniciativas relacionadas con manejo de transacciones se han visto impedidas o disuadidas de entrar a competir al mercado financiero.
“En el debate deberíamos hacernos la pregunta, ¿de qué manera ambos sistemas puedan convivir? Creo que es necesario que los gobiernos regularicen y estén abiertos a dialogar con la población, las personas afectadas, para sacar una conclusión. Es normal que las nuevas tecnologías vengan a reemplazar otros sistemas, pero la tecnología siempre debe estar al servicio de la sociedad, sin hacer daño”, dice Tomás de Lara.