Es como la pesadilla por la que todos tenemos que pasar, seamos introvertidos o no, seamos sociables o ariscos, seamos peones o reyes. Hay conversaciones que desde que parten hasta que terminan nunca tuvieron sentido, plagadas de silencios incómodos y que no podemos terminar por simple cortesía, donde la relatividad del tiempo alcanza su máxima expresión y los 3 minutos se hacen horas. Y aunque hablar del clima (no finjan que no lo hacen) nos puede salvar por unos segundos, lo que sucede al fin y al cabo:
- Hola, ¿Cómo estás?
- ¿Bien y tú?
- Bien, gracias.
Silencio incómodo #1
- Está haciendo calor, ¿ah?
- ¡Uy sí! Ha estado terrible esta semana.
Silencio incómodo #2
- ¿Sigues trabajando donde siempre?
- Sí, sí.
- Y, ¿cómo te va con eso?
- Bien, bien, acá estamos.
Silencio incómodo #3
Pasa en un ascensor con un semi conocido, pasa con alguien que no ves hace tiempo, pasa con la pareja del amigo de tu pareja, pasa con el jefe de tu jefe, pasa demasiadas veces y aunque creamos que es un yugo por el que todos debemos pasar, esas conversaciones triviales e incómodas sí pueden convertirse en algo interesante de manera muy simple. ¿Cuál es el truco?
Dos expertos en comunicación, el humorista Rob Baedeker y el periodista Chris Colin, nos entregan 3 claves en TED.com para entretenerse hablando y evitar incomodidades. Pequeñas cosas (y con un toque de humor) que pueden generan un cambio radical. Miren y prueben.
Busca hacer preguntas que inviten a la gente a contar historias, en vez de preguntar cosas que sabes que tendrán respuestas de una frase corta y que sepultarán en dos segundos la fluidez y una potencial conversación entretenida.
En vez de preguntas como:
¿Cómo estás?
¿Cómo estuvo tu día?
¿De dónde eres?
¿Cómo estuvo tu fin de semana?
¿Cuánto tiempo has estado viviendo aquí?
Recomiendan preguntar por ejemplo:
¿Cuál es tu historia?
¿Qué hiciste hoy?
¿Qué es lo más raro del lugar donde creciste?
¿Qué es lo más interesante que pasó en tu trabajo hoy?
¿Cómo llegaste al puesto de trabajo en el que estás?
¿Qué fue lo mejor de tu fin de semana?
¿Qué esperas para esta semana?
¿A qué te recuerda este lugar?
Si pudieras teletransportarse ahora, ¿a dónde irías?
Prueba con esto y de seguro la respuesta durará más de 5 segundos y probablemente salga algún tema del que se pueda alargar la conversación.
Cuando uno tiene conversaciones triviales, con personas poco conocidas o en situaciones rutinarias, los diálogos se duplican. Suena absurdo, pero pasa frecuentemente y este es un ejemplo:
- ¡Qué frío hizo anoche!
- Sí, hizo frío anoche
Esa es la duplicación de frase que todos hemos vivido. Lo hacemos por ser educados, por estar de acuerdo con lo que piensan o para llenar el espacio. ¿Cómo seguir conversando desde ese punto muerto? Casi imposible. Según Baedeker y Colin para evitar esto, hay que simplemente jugar un poco, interrumpiendo el diálogo de manera sorpresiva, por ejemplo:
- ¡Qué frío hizo anoche!
- Dicen que en la luna el frío llega hasta los -153 °C. ¿Habrán sentido eso los astronautas, si es que realmente la pisaron?
Hay preguntas que se hacen para llenar el espacio, por cortesía y donde la respuesta es completamente obvia. Por ejemplo:
- ¿Cómo estuvo el viaje hasta acá?
- ¡Bueno, gracias!
- ¡Hace calor!
- Si, mucho.
Es probable que el 99% de las personas conteste esto, incluso aunque hayan ido sentados al lado de un hombre que roncó todo el camino. Y con eso ya se avecina el fin de una conversación. Por eso, cuando te pregunten, la mejor manera para acabar con esa respuesta predecible, es responder descolocando con algo nuevo. Esto se trata de romper la norma y ser audaz.
- ¿Cómo estuvo el viaje hasta acá?
- Yo estaría más intrigado por una aerolínea donde su precio de la entrada se basa en su peso corporal y el cociente intelectual.
- ¡Hace calor!
- En esta dimensión, sí.
"Sé provocativo, el absurdo está subestimado", aseguran estos expertos. Una respuesta así puede ayudar mucho a seguir una conversación y hacerla entretenida.
Paul Sanders, experto en comunicación y amistad, recomienda 3 características que no debemos dejar de lado cuando queremos tener una conversación más natural e interesante, que superen esas frases estructuradas, cumplidos y sobre todo (nuevamente) los silencios incómodos.
Es natural que nuestro cerebro piense por un milisegundo si es que lo que vamos a decir es adecuado, sonará bien o corresponde al caso. Pero una conversación puede ser notablemente mejor y más entretenida si nos permitimos decir lo que está en nuestra mente en ese momento, "mientras no digas nada que pueda llevarte a la cárcel", advierte Sanders. Las personas tienden a preocuparse demasiado de sonar bien en vez de ser más honestas y eso ayudaría mucho a mejorar una conversación. El experto recomienda probar eliminar el filtro con personas que ya conocemos.
Nota: Probablemente lo mejor es utilizar esta técnica en conversaciones mundanas, no en aquellas que requieren delicadeza y cortesía.
Una técnica segura que funciona el 99% de los casos, según Sanders. Si mostramos interés y motivación cuando nos están hablando con frases como "Qué interesante", "¿En serio?", "Qué increíble" dejaremos que la otra persona se exprese con más seguridad. ¿A quién no le gusta saber que alguien está interesado en lo que nos pasa o lo que decimos? Y en el peor de los casos, aunque nos interese poco y nada el negocio de las impresoras del que esa persona nos está hablando, de seguro conocer más detalles sobre tintas, toners y datos curiosos de la impresión, nos ayudará a hacerlo más interesante.
No es necesario hablar siempre desde la propia experiencia, no lo es. Además es aburrida la gente que sólo habla de sí misma. Por eso, para conversar se pueden usar historias que le pasaron a otras personas, que escuchamos en la televisión, que leímos en algún diario interesante (como El Definido), etc. Si nos liberamos con esto, las conversaciones serán mucho más ricas, fluidas y naturales. ¿El límite? La veracidad, sin aliñar las anécdotas con dragones y unicornios, por tentador que parezca.