Todos tenemos más o menos claro que la reina Isabel II de Inglaterra es la monarca actual de los ingleses. Y bueno, también de los 16 Estados soberanos que forman parte de la Mancomunidad de las Naciones, y tiene una lista casi, casi tan larga como la de los títulos de Daenerys Targaryen, la flamante Queen of Dragons de la serie Game of Thrones.
Pero esa no es la única similitud que Isabel guarda con la Rompedora de Cadenas, pues resulta que la reina británica también tiene una serie de beneficios, títulos exóticos y “súper poderes” que son dignos de conocer. Dueña de todos los delfines de las aguas británicas, impune a la ley, poseedora de un poeta personal que destaca su real figura, señora de los cisnes del Támesis y, por qué no, propietaria de un cajero automático personal. Esto, entre varias otras inverosímiles cosas. En El Definido les contamos de qué se trata todo, ¡aquí vamos con las excentricidades!
Todos los cisnes que se encuentran en aguas abiertas pertenecen a la reina Isabel II, inclusive los que nadan a través de los afluentes del río Támesis. Cada año, la Casa Real organiza una ceremonia, llamada Swan Upping, en que durante cinco días los cisnes del río son atrapados, marcados y luego vueltos a liberar. Así se controla tanto su población como el estado de salud de cada uno.
Esta disposición, que hoy podría sonar ridícula, responde a una ley británica del siglo XII, cuando por Decreto Real, la corona reclamó todos los cisnes del país, asegurándose así comida para todo el año (los reyes se comían a los cisnes, pero ya no lo hacen).
Y éste es un asunto meramente climático. Porque si tu tuviste la mala fortuna de nacer en julio, cuando todos tus compañeros de curso estaban de vacaciones de invierno y hacían 8 grados celsius en el patio de tu casa, ¡mala suerte! Condenado a celebrarlo anualmente en un aburrido “tecito familiar”, donde con suerte llegaban tus abuelos y un par de primos.
Pero la reina no está para pequeñeces, ella nació el 21 de abril, en plena primavera británica. Pero está estipulado que los reyes deben tener su cumpleaños en verano (un sábado de junio), cuando en Londres hay buen tiempo y la celebración puede ser con tutti. ¿Cómo se soluciona esto? Pues celebrándole otro cumpleaños adicional en la época estival, a la altura real.
La reina no puede sufrir crisis de autoestima, digamos que… se vería feo. Para evitar todo tipo de trastornos, existe un cargo real llamado The poet laureate (El poeta laureado) que se encarga literalmente de enaltecer a la reina líricamente hablando. Se trata de un cargo honorífico, designado por el monarca de turno, que recibe como pago anual un barril de jerez.
El cargo actualmente es ocupado por Carol Ann Duffy, la primera mujer, la primera escocesa y la primera persona homosexual en obtener el título. Y, tranquilos, no es que Carol viva del jerez, además es catedrática de poesía en la Manchester Metropolitan University
A Isabel II no le basta con los cisnes, también es poseedora varias criaturas acuáticas. Desde el año 1324, el monarca inglés es dueño de todas las marsopas, delfines, ballenas y esturiones de las aguas británicas.
Todos estos animales marinos son considerados “peces reales”, lo que quiere decir que si son capturados a menos de 5 kilómetros de las costas del Reino Unido, la reina podría reclamarlos.
Aquí entramos en terreno polémico. Sucede que en el Reino Unido todos los documentos oficiales, incluidos los arrestos y los testimonios durante los procesos legales, se hacen en nombre de la reina. Entonces, ¿cómo podría ella arrestarse a sí misma? Bajo esta lógica, Isabel II es impune a la ley, a cualquier tipo de persecución y no puede ser obligada a declarar en tribunales.
Supuestamente, el soberano de Inglaterra es incapaz de pensar o hacer el mal, pero hoy en día este supuesto está siendo cada vez más cuestionado. Pese a todo, la monarquía insiste en que la reina tiene mucho cuidado al actuar y es muy prudente para no infringir la ley. Pero tranquilos, existen precedentes de reyes que han sido obligados a abdicar a causa de sus actos e, incluso, ejecutados. Porque nadie está completamente libre.
La misma lógica del arresto corre con las licencias de conducir: todas son emitidas en nombre de la reina, entonces, ¿cómo podría ella auto entregarse una licencia? Pero no crean que Isabel es una novata al volante, ¡no! Debe ser una de las mejores conductoras nonagenarias, pues aprendió a conducir durante la Segunda Guerra Mundial, cuando manejaba un camión de primeros auxilios del Women's Auxillary Territorial Service. Ella sabe de mecánica y, según quienes la conocen, es un astro para las tuercas.
Hasta el día de hoy y a su edad, la reina Isabel II continúa conduciendo; aunque cuenta con choferes, ella prefiere colocarse siempre al volante, aunque solo cuando se trata de manejar dentro de sus recintos palaciegos. En la calle, es un chofer quien se hace cargo de su destino.
Así no más. La monarca tiene un cajero automático propio en la planta baja del Palacio de Buckingham. Si necesita un par de luquitas, es cosa de que baje la escalera y retire el dinero que necesita para, por ejemplo, darle propina a un botero que la lleve a ver a sus cisnes del Támesis.
Se trata del cajero de un banco muy exclusivo llamado Coutts, el que únicamente acepta clientes millonarios, tal como la familia real británica.
La nonagenaria reina vive en una isla al norte de Europa, pero aún así tiene el súper poder para disolver los gobiernos de varios países alrededor del globo, precisamente el de los Reinos de la Mancomunidad de Naciones (Commonwealth realms): Reino Unido, Australia, Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Canadá, Granada, Jamaica, Nueva Zelanda, Papúa Nueva Guinea, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Islas Salomón y Tuvalú. Este es un grupo de 16 de los 52 países soberanos que pertenecen a la clásica Mancomunidad de Naciones o Commonwealth, pero que además adscriben a la monarquía británica.
Si bien el rol de la reina sobre estas naciones es hoy ceremonial, en teoría y si quisiera, está en su derecho de disponer sobre estos gobiernos si lo cree pertinente.
Digamos que ser reina también tiene sus cargas, partiendo por el exceso de protocolos y exigencias de comportamiento. Y en cuanto a la religión también. Por ejemplo, si de un día para otro, a cualquiera de nosotros le da por adorar a Buda, Cristo, Mahoma o a Maradona, nadie podría decir nada. Pero la libertad no es la que prima en la fe de la realeza, porque Isabel II no puede cambiar de creencia, ya que ella misma es la cabeza de una religión, sería como que el Papa de un día para otro decidiera adorar al sol en vez de al Dios católico.
Ella es el gobernador supremo de la Iglesia de Inglaterra y debe nombrar oficialmente a los miembros de alto rango de ésta. Se trata de una religión de Estado que fue establecida por primera vez después de que el rey Enrique VIII se separó de la Iglesia Católica en Roma, durante el siglo XVI.
Y como epílogo a todas estas descabelladas prerrogativas de la reina, te contamos que el próximo 4 de noviembre se va a estrenar un drama histórico en Netflix llamado The Crown (La Corona). Todo comienza con una joven Isabel de 20 años a punto de asumir la corona sobre su cabeza, en un ambiente político marcado por las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Mientras asume el cargo, deberá lidiar con una delicada situación familiar y con un matrimonio que está empezando.
Sí, la reina tiene sus exóticos beneficios, pero al parecer también ha tenido una vida apasionante y ha estado en el meollo de parte importante de la historia del siglo XX. Si la primera temporada de esta serie costó a Netflix 100 millones de dólares (la más costosa de su historia), parece que valdrá la pena verla.