* Esta nota fue originalmente publicada el 27 de septiembre de 2016. Hoy la destacamos para celebrar el Día Internacional de las Personas de la Tercera Edad.
¿Qué es envejecer bien? ¿Cómo te imaginas a los 70, 80 o 90 años? ¿Envejecerías bien si tienes una excelente jubilación pero dependes de una silla de ruedas? ¿Si estás rodeado por una gran familia pero sufres de alzhéimer? ¿O si nunca tuviste hijos pero disfrutas viajando? Las biografías de cada uno de nosotros definen cómo será el final de nuestros días: sólo o acompañado, adinerado o pobre o con buena o mala salud. Los criterios de cada quien difieren, pero hay algo de lo que, unos más y otros menos, estamos seguros: la vejez perfecta, bella, abundante y sana no existe. Siempre habrá un “pero”. ¿Cuál es el secreto de la felicidad en la tercera edad entonces?
De acuerdo a algunos estudios realizados en la Universidad de California, el santo grial del envejecimiento sería, redoble de tambores…
La salud mental. Y resulta bastante lógico, pues más allá de las enfermedades, de la soledad, de la pobreza o de los achaques físicos de cualquier tipo, si alguien se mantiene en una actitud positiva, posiblemente vivirá una vida más plena y feliz.
La imagen que parte importante de la sociedad occidental tiene sobre la vejez, un anciano impedido físicamente, con deterioro cognitivo, solo y triste, parece estar muy errada, o por lo menos eso es lo que revelan los últimos estudios de psiquiatría y neurociencia de la Universidad de California. Lo han llamado “la paradoja del envejecimiento”: a medida que envejecemos, nuestro cuerpo y algunas capacidades cognitivas se deterioran, sin embargo, con la edad las personas comienzan a sentirse más cómodas en su propia piel, más seguras de sí mismas y, en resumen, más tranquilas y felices. ¿Resultado? Una salud mental de hierro, mejor que en cualquier otra etapa de la vida.
Una de estas investigaciones, liderada por el doctor Dilip Jeste, tomo el desafío de estudiar el envejecimiento desde la perspectiva de la salud mental. No se trata de algo irrelevante, pues la depresión es la causa de una buena tajada de fallecimientos al año (un 2% del total de muertes en Chile se debe a suicidios). Las entrevistas, telefónicas y presenciales, se realizaron a un grupo de 1.546 personas entre 21 y 100 años. Las preguntas iban dirigidas a averiguar el estado de salud física y mental paralelamente, también detectando si existía deterioro de las capacidades cognitivas.
Los resultados fueron bastante lógicos en un sentido y sorpresivos en otro. Lo obvio y esperable fue la detección del deterioro de las funciones físicas y cognitivas en la población más envejecida. Sin embargo, lo que dejó a los médicos gratamente sorprendidos, fue el darse cuenta que el grupo de adultos mayores era muchísimo más sano mentalmente, lo que se evidenciaba en una mejora lineal a lo largo de la vida. En otras palabras, entre más viejos somos, mejor nos sentimos con nosotros mismos.
Como señala el estudio: “Hemos prestado insuficiente atención a los problemas de salud mental que persisten y se exacerban después de la adolescencia. Tenemos que conocer cuáles son los mecanismos que subyacen a la buena salud mental de la tercera edad, a pesar de las dolencias físicas. Esto podría ayudarnos a desarrollar intervenciones amplias para promover la salud mental en todos los grupos de edad, incluidos los jóvenes”. Con este desafío en mente, los estudiosos pretenden continuar sus estudios sobre el tema.
La ecuación entonces no sería vejez + enfermedad = depresión. Sino más bien vejez + enfermedad + actitud positiva y experiencia = felicidad. Esto es lo que plantea Jeste en otro de sus estudios sobre la edad, realizado en el Sam and Rose Stain Institute for Research on Aging (SIRA), perteneciente a la Universidad de California.
Esta vez fueron entrevistados 500 voluntarios de entre 60 y 98 años que vivían de manera independiente, pero que habían padecido o padecían enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes, problemas cognitivos u otras disfunciones. Se les pidió que evaluaran la calidad de su envejecimiento en una escala de 1 a 10 y los psiquiatras volvieron a sorprenderse para bien: la media fue de 8,4. Y mejor aún: menos de el 10% de los entrevistados asociaban la calidad de su envejecimiento con su estado de salud física. Una disociación entre salud física y mental que probablemente alguien de 30 años que se encuentra afectado por una enfermedad, le costaría mucho realizar.
Analizando con lupa la muestra, los científicos se dieron cuenta de algo aún más inesperado: los encuestados más optimistas (aquellos que mejor habían calificado su calidad de envejecimiento) no siempre coincidían con aquellos que tenían mejor salud. Habían ancianos enfermos que consideraban que la etapa de vida que estaban viviendo, era plena y feliz. ¿Qué es lo que entonces demostraba este estudio?
De acuerdo a Jeste, había una conclusión bastante lógica: la percepción que cada quien tiene sobre sí mismo es más importante que nuestro estado físico a la hora de calificar nuestro envejecimiento (o, podríamos decir, cualquier etapa de nuestra vida). Entonces, un “buen envejecimiento” deja de relacionarse a un buen estado de salud, pues según Jeste priman factores como una actitud positiva y un “hacerle frente” a la vida con mayor seguridad, algo que cuando se es más joven aún está en desarrollo.
Otros puntos claves son tener una vida social activa, leer y participar en actividades de ocio, lo que suma y suma puntos a la felicidad de los mayores.
Tampoco se trata de que cualquier persona de la tercera edad vive en estado de máxima felicidad; tristeza, dolor, angustia y amargura existen por montón en todas las etapas de la vida (y problemas de salud mental también). Pero, al parecer, los ancianos son más propensos a adoptar actitudes positivas mentalmente con más frecuencia.
Christopher Bergland es un atleta de elite (tiene el record Guinness de haber corrido 247 kilómetros sobre una máquina corredora durante 24 horas) y autor de libros. En sus textos, busca dar a conocer a la gente común y corriente cuál es el estado interior, la actitud y la psicología de los atletas de alto rendimiento para superar obstáculos y obtener buenos resultados.
En el sitio Psychology Today escribió una columna en que describe, desde su experiencia, los 7 elementos de la sabiduría que permiten que los viejos tengan una mejor salud mental y se sientan más cómodos consigo mismos.
1. No guardarle rencor a nadie y tampoco a uno mismo. Aprender a perdonar y a perdonarse nos ayudará a tener menos demonios mentales (¡y a dormir mucho mejor!).
2. Abrazar lo que eres, con todos tus defectos. Y eso también se extiende a nuestras incapacidades físicas o cognitivas. Somos lo que somos y al que no le guste, que se dé media vuelta.
3. Vocalizar tus imperfecciones sin vergüenza. Si somos capaces de hablar sobre nuestros defectos, los tendremos mucho más controlados.
4. La práctica consciente de regulación de nuestras emociones. O sea, estar atentos a nuestras emociones, observarlas y, al igual que en el punto anterior, controlarlas.
5. Mantenerse ecuánime. No ser fanático ni extremista con nada, guardar las proporciones en todo, ¡que la experiencia nos sirva de algo!
6. Pedir disculpas. Al disculparnos frente a un error, volvemos a cero en la relación con el otro, sin remordimientos ni rencores de por medio.
7. Seguir adelante: dejar de lado las emociones negativas y los remordimientos. Es ese cliché de “si te caes vuélvete a levantar”, pero llevado hasta el último día de nuestros días. Sí, van a haber 45.864 caídas, pero no queda otra que limpiarse las rodillas de maicillo, y seguir caminando.
Vivimos en una “cultura del descarte”, en donde quienes no son productivos son desvalorados automáticamente. Se trata de un rasgo cultural, en donde no sólo tiene un papel el gobierno (temas de AFP aparte…), sino también las empresas, la educación y cada uno de nosotros respecto a las actitudes que tiene con su propia familia.
Sin embargo, hay culturas como la japonesa, que efectivamente valoran mucho a sus miembros de la tercera edad, pues en ellos encuentran rasgos de sabiduría que pueden serles muy útiles como sociedad. Tanto es el valor que se otorga en Japón a loa ancianos, que crearon el Día del Respeto a los Adultos Mayores (Keirō No Hi) cada 15 de septiembre. Durante este día, se honra a los más viejos y se enseña a los más jóvenes que la experiencia de los mayores puede tener muchas claves para la solución de problemas actuales.
Los ancianos japoneses tuvieron una enorme relevancia en la reconstrucción del país post Segunda Guerra Mundial, pues tomaron en sus manos una nación destruida física y moralmente y la transformaron en un país que hoy es ejemplo mundial en muchos ámbitos (tecnología, comunidad, organización ante las adversidades, disciplina en el trabajo, etc.). Esta actitud de las generaciones pasadas, sumada a un respecto ancestral de los mayores, vuelve a Japón uno de los países que mayor honor rinde a sus ancianos en el mundo.
Y ojo, que Japón es uno de los países más envejecidos del mundo, liderando el ranking mundial de esperanza de vida para los hombres y las mujeres: 80,21 años y 86,61, respectivamente. ¿Y qué pasa en Chile?
Un reciente estudio de la Oficina de Referencia de la Población de Estados Unidos, sitúa a Chile como una de las naciones de más rápido envejecimiento en América Latina; para 2050 un 33,3% de la población tendrá más de 60 años (¿serás tú uno de ellos?) Así que más vale comenzar a respetar, valorar y escuchar a los más ancianos. Seguir los 7 consejos de Bergland puede ser un buen comienzo, ¡es cosa de tener actitud!