Una rata “abuela” tejiendo una estructura de ADN. No, no se trata de una película de Pixar de la que nunca te enteraste, porque es demasiado hipster. Tampoco es que nos hayamos fumado algo cuando escribimos esto. En realidad, estamos hablando de una escultura en Rusia, que corresponde a un monumento en honor a las ratas de laboratorio.
Se encuentra en el Instituto de Biología Celular y Genética de la ciudad de Novosibirsk y, según el profesor de dicha institución, Nikolai Kolchanov, esta “simboliza la gratitud hacia el animal que la humanidad ha utilizado para estudiar la genética, los mecanismos moleculares y físicos de las enfermedades, así como para el desarrollo de nuevos fármacos”.
Y suena muy bonito, aunque hay un solo “pero”: ¿cuándo les preguntamos si querían ser parte del desarrollo de la medicina humana? Esa es la incógnita que genera toda una discusión en torno al tema de utilizar animales con propósitos investigativos para los avances médicos en las personas. A continuación abrimos el debate al más puro estilo El Definido.
Uno de los mayores argumentos desde este lado de la arena es que gran parte de la medicina moderna no habría visto la luz sin la experimentación animal. Detallaremos este argumento con la visión de Trichur Vidyasagar, profesor del Departamento de Optometría y Ciencias de la Visión del Instituto de Neurociencia de Melbourne, Australia, la cual representa la defensa de su uso. Para él, existen razones éticas que nos llevan, como sociedad, a impulsar este tipo de investigaciones en animales. Esto lo plantea en una columna publicada en la revista académica de ciencia The Conversation.
Para eso, pone de ejemplo el caso del polio. El profesor explica que en los años '50, alrededor de cien mil monos eran utilizados para experimentos que buscaban encontrar una cura para la enfermedad. Antes de eso, millones de personas en el mundo se encontraban infectadas: de ellas, el 10% moría y muchas quedaban con discapacidades permanentes.
“Ahora, gracias a la vacuna, el polio ha sido casi erradicado por completo”, asegura Trichur. ¿Gracias a qué? A la experimentación con animales. Y también agrega que ahora nos encontramos con un problema similar con la malaria. Aproximadamente 200 millones de personas contraen esta enfermedad al año, de las que terminar muriendo 600 mil (el 75% son niños). De acuerdo al profesor, desarrollar una vacuna contra esta es la mejor oportunidad que tiene la humanidad para erradicar la malaria, y para esto, el uso de primates es “necesario”, sostiene.
“Ya llegará el día en que los experimentos no invasivos en humanos puedan entregarnos toda la información que los con animales lo hacen actualmente, pero es probable que aún quede un largo camino por recorrer para llegar a eso”, reflexiona.
Desde el otro lado del ring, en general, se apela a que ninguna especie debería estar por sobre la otra. En ese sentido, la organización Igualdad Animal, aboga por el fin del uso de animales en experimentos. En su página plantean que independientemente de si los experimentos con animales son para fines más superficiales como los cosméticos, o más trascendentales como la medicina, la premisa sigue siendo injusta: no se consideran como iguales sus intereses.
“El avance científico es una de las bases de nuestra cultura y reporta grandes beneficios para los seres humanos, pero este tiene ciertos límites. Por ejemplo, la mayor parte de la sociedad no justificaría que se experimentara con humanos en contra de su voluntad, aunque esto supusiera grandes avances en la búsqueda de vacunas y curas. El mismo criterio debe seguirse con los demás animales, pues ellos, al igual que nosotros, no quieren morir y desean disfrutar de su vida en libertad”, aseguran.
De de acuerdo a la organización, experimentar con animales para conseguir curas para los humanos, es casi tan arbitrario como utilizar a un grupo de personas rubias para solucionar los problemas que puedan tener aquellos que son morenos. Sobre esto, agregan que al final, lo más importante que todos los seres tengan la posibilidad de disfrutar su vida sin sufrir, algo que no ocurre con los animales que son sometidos a experimentos.
Toda esta discusión que sintetizamos aquí (y que ha sido bastante más amplia especialmente en las últimas décadas), ha llevado a que, por ejemplo, la industria de los cosméticos tome mayor conciencia al respecto.
Así, algunas marcas han llegado a desarrollar un trabajo en el que los productos “no testeados en animales” se han transformado en una norma.
Sin embargo, cuando el asunto se trata de medicina, puede ser harto más complejo. Aunque desde Igualdad Animal aseguran que es posible realizar pruebas de toxicidad sin la necesidad de involucrar animales, así como también existen simuladores de órganos para prevenir la experimentación animal. Pero, ¿será suficiente?
En su columna, el profesor Trichur cree que no. Al respecto, plantea que quienes se oponen a la investigación con animales generalmente citan estudios de modelos computacionales, técnicas in vitro y experimentos no invasivos en humanos, que permiten "sacar del baile" a los animales cuando se trata de investigación medicinal. Pero agrega que hay una serie de áreas “críticas” en las que todavía no se puede trabajar con este tipo de sistemas.
“A pesar que muchas investigaciones ya se pueden hacer de manera no invasiva en humanos (…) los experimentos con animales todavía son necesarios. En muchos estudios con humanos podemos determinar el comienzo de un sistema y el final de este, pero estamos limitados en cuanto a lo que ocurre entre medio de eso”, plantea.
Es decir, si bien es un avance muy positivo la posibilidad de crear sistemas artificiales, y el ideal es que esto avance lo más rápido posible, los más complejos (partiendo por el cerebro y el comportamiento neuronal), no son posibles de replicar para trabajar experimentando en los laboratorios. Por eso, dejamos abierto el debate.